La última vez que le buscaron respondía a un nombre diferente, no por el que la gente lo llama ahora. Pareciera que odio ser encontrado y querido, por eso se da a la fuga. No permanece más de dos días en el mismo sitio. Es como una regla, una instrucción para sobrellevar la existencia, un mecanismo que así le permite vivir, un día aquí y otro allá.
En todos los lugares que estuvo bajo sus condiciones, se hizo de amigos y enemigos, aliados y amores, de todos tipos, tamaños y colores. Se le daba muy bien eso de hacer amistades y encantar a las personas. Se le daba casi tan bien como esconderse, eso era lo que mejor sabía hacer.
Se escondió tan bien que durante algún tiempo se le dio por desaparecido y hasta pensaron que había muerto. Pero no. No, de ninguna manera: bien dicen que hierba mala nunca muere. Sólo les faltó agregar que se esconde hasta que busca joder a los demás. Y eso mismo fue lo que hizo cuando decidió volver desde el más allá, o donde fuera que estuviera escondido, para ser buscado de nuevo. Eso sí, con otro nombre.